domingo, 8 de julio de 2012

El Amor y La Tradición


Uno de los conflictos comunes en la sociedad capitalista (diría que casi todo el mundo forma parte de esta  sociedad en cierto punto) es que muchas emociones y deseos naturales se tienen que suprimir para tener "orden", orden social, orden en producción, orden político, etc. ¿Qué tiene que ver esto con el amor y la tradición?

Para contestar eso hacen falta unos antecedentes; Tengo dos tías que me quieren más de lo normal. Esto es porque no tienen hijos propios y mi hermano pequeño y yo somos los únicos nietos de sus padres. En casa de mi abuelo, dónde voy a volver, no vive nadie, bueno, casi nadie. La casa está a nombre de mi padre. Mi padre está en EEUU, tiene 60 años. El tiene dos hermanas mayores, rodean los 70. La mayor, la llamaremos Maite, vive en el pueblo a medio kilometro en una casa de indiano, eso quiere decir que su marido y ella volvieron de las Américas con dinero y se hicieron un chalet bien chulo.  La otra se quedó en Galicia, es sorda, a ella la llamaremos Soraya. Los días que no trabaja (es criada) en Santiago, está en (mi) casa. Nuestra casa se llama Lagos, no sé por qué, pues no me crié allí, pero en mi pueblo parece que todas las casas tienen nombre. También la llaman “A casa do crego” porque vivía allí un bis tío abuelo que era sacerdote. A mi madre, siendo súper católica y medio discapacitada (mentalmente) le encanta esta anécdota.

Entre las dos mantienen un rebaño de ovejas, unas viñas, una huerta de vegetales y alguna finca de maíz y patatas. Les ayuda el marido de Soraya, quien también es sordo. Maite también tiene marido, pero él tiene dinero y un chalet, así que se ocupa de su propiedad y de sus proyectos. Cuando necesitan más ayuda, contratan a una señora del pueblo para ayudar, por ejemplo, en la época de cosechar. No me acuerdo cómo se llamaba, pero nunca me fiaba de ella porque el perro le ladraba y era al único conocido a quien he visto ladrar ese perro. Bueno, tendré que recordar su nombre y es posible que el perro ladrara porque sentía mi desconfianza en ella en vez de al revés.

Mis tías no tienen hijos. La mayor tuvo una hija adoptada que se murió una noche en cama sin explicación. Se acostó viva y jamás se despertó. Tenía veinticuatro años. Mi prima vivía en mi pueblo y acababa de comenzar un trabajo en hostelería en Santiago. Aún cuando estaba viva, mis tías anhelaban mi presencia, después de su fallecimiento les era más difícil estar sin juventud. Mi tía sorda hasta me daba cortes de manga detrás de mi espalda cuando venía de visita por el rencor que sentía por la escasez de mi presencia.

Ahora viven por la memoria de sus padres, mis abuelos. Como campesinos en la época de Franco, la forma de salir adelante era el trabajo duro, los ahorros y la acumulación de terrenos. Con más propiedad  se ganaba mejor la vida. Y lo hicieron por sus hijos. Mi padre y Maite emigraron, y sólo quedó Soraya. Esto siempre les dio lástima a mis tías, que no se usara lo que sus padres trabajaron toda la vida en conseguir para sus descendientes. Ahora, con mi prima muerta, mis tías viven por la memoria de sus padres, mis abuelos, cuidando como pueden, de la casa y de las fincas.

Ahora, aunque ellas hagan todo el trabajo en esa casa, y cuiden de ella, y nacieron en ella, para ellas la casa es de mis padres. Ellas son los herederos, y luego yo. Su cuñada, mi madre, no les cae bien, y la verdad es que tienen razón, mi madre es una de esas personas enferma mentales que falta el respeto sin darse cuenta gracias a una burbuja de catolicismo que la envuelve en delirios que le disculpan de todo. Una vez tuve una conversación con ella sobre lo que le gustaría hacer con la casa. Me hablaba de alquilar cachos de terreno y de donar a la iglesia. ¿Inquilinos? ¿Tributo? Esto no es el puto feudalismo ni la época del hijo de puta Franco. Jamás mientras yo esté vivo. Habrá una nueva guerra civil en mi casa. Del momento no me preocupo de mi madre, aún tiene cincuenta años y mucho tiempo antes de poder jubilarse.

El problema será la tradición y mis tías. Primero tendrán que dejar la tradición que dice que mis padres controlan lo que pasa en la casa hasta que mueran y me toque a mí. He estudiado la permacultura y la sigo estudiando y tengo mucha mejor idea de lo que hacer en casa. Además tengo el poder físico para hacer los cambios necesarios.

Luego tendrán que desprenderse de su idea de orden agrícola, de cómo hacer las cosas. La permacultura les va parecer un caos y hasta que vean los resultados van a dudar, preocuparse y temer.

El plan es que su amor por mí les calle la boca y que la tradición de herencia me dé una ventaja. Como ven que la casa será mía y como siempre quieren enseñarme los terrenos y donde está todo, no se podrán quejar cuando les tome en serio y lo haga. Espero que el amor que sientan por mí y las ganas que tienen de tenerme en casa, haga que me dejen en paz a la hora de plantar, cavar, desenterrar, mover gallinas, etc.

Ojalá que el amor conquiste a la tradición.